sábado, 15 de octubre de 2016

Lecciones para la vida

Hace unos cuantos meses me inscribí en el curso de Pintura al agua que organizaba la Fundación Pedro Cano, y que impartía el mismo Pedro Cano, gran pintor figurativo murciano de fama internacional, que vive a entre Blanca (Murcia) e Italia. Aunque creo que sobran presentaciones, Pedro Cano es académico de número por la Real Academia de Bellas Artes de Santa María de la Arrixaca de Murcia y recientemente galardonado con la medalla de oro de la Región de Murcia, como reconocimiento a su extensa carrera.

Al ser un curso que solo se ofrece una vez al año, en primavera, y por estar impartido por un pintor de su importancia, el número de solicitudes suele ser bastante alto, por lo que la organización realiza una estricta selección de los alumnos. La prueba de selección consistía en el envío de la solicitud de inscripción al curso, junto con un currículum artístico y un par de obras pictóricas, en acuarela u otras técnicas (ya que muchos de los alumnos no habían tocado esta técnica anteriormente). Presenté dos acuarelas que realicé hace unos meses, ya que he estado tratando de recuperar la pintura entre encargo y encargo, como ya os expliqué.

Al cabo de 15 días me llegó por email la buena noticia que estaba esperando: me habían admitido en el curso. Los días previos, entre nervios, los dediqué a preparar todo lo necesario para el curso: papel, acuarelas, pinceles, caballete, tablero, etc. Hasta que por fin, llegó el día. Nos habían citado en la sede de la fundación a primera hora. Como primera anécdota, comentaré que llegué la primera y bajé del coche todos los materiales que pensaba que serían indispensables. Nada más llamar a la puerta me abrió el mismo Pedro Cano y se presentó. Como primera impresión, he de decir que para ser una persona con tantísima fama, me abrumó su amabilidad y cercanía. 

Mientras iban llegando el resto de compañeros, aproveché para echar un vistazo en el edificio de la Fundación. Era un edificio diáfano, con amplios salones bañados por la inmensa luz que entraba por las paredes de cristal.  En cada planta había grandes cuadros de Pedro Cano, así como cuadernos de bocetos.  Poco a poco,  fueron llegando los alumnos. Gente de todas partes de España y también de Italia. Y gente de diferente procedencia y trayectoria.  Esto me hizo pensar, días después, en la inmensa suerte que tuve de poder participar en el curso. No todos los días se tiene la oportunidad de compartir tu tiempo con gente que vive con la misma pasión que tú la pintura. Un ejemplo de ello, es que pude conocer a Alfonso del Moral, un pintor muy joven, pero del que, sin embargo, se va a hablar mucho en los próximos años.


El comienzo fue prácticamente una prueba de nivel. Fuimos por los alrededores del río y cada uno debía seleccionar un motivo del paisaje para plasmarlo en el papel. Mientras tanto, Pedro iba acercándose a cada uno, para dar algunas indicaciones sobre lo que estábamos haciendo. Yo seleccioné una montaña que estaba bastante bien iluminada, tenía bastantes contrastes de luces y sombras, por lo que pensé que sería más fácil de llevar a cabo que otros elementos del paisaje. Comencé a pintar con mis pentel de agua (pinceles de tamaño bastante pequeño), dibujando con ellos los detalles que veía. Cuando Pedro se acercó me dijo: "No hagas cositas, haz cosazas", y se marchó a ver a otros compañeros. Tal y como he dicho antes, hace tiempo que estoy retomando la pintura, y cuando lo hago, al tratar de aprovechar los cortos momentos que me deja el día a día, suelo utilizar formatos más pequeños. Pero al cambiar la escala del papel, los pinceles se quedaban cortos, por lo que había que cambiar el concepto y disfrutar del tiempo que podía estar pintando. Así que primera lección: déjate llevar y a lo grande.

En las siguientes sesiones, ya metida en la dinámica del curso, realizamos varios apuntes de desnudos femenino y masculino, éstos fueron el ejercicio para poder enseñarnos como hacer aguadas, como sustraer colores, el uso de las mezclas, combinación de colores estridentes, abstracción, etc. Aprendí a utilizar el misterio, ya que tengo tendencia a ser excesivamente explícita, y a veces, hay que dejar que el que mira un cuadro, entre a descubrir lo que hay en él. 



También, pintamos en un huerto, el río, y varios paisajes a través de los cuales fuimos descubriendo la belleza en los rincones de Blanca. Fue increíble. ¡En esos días, pinté más que en los últimos cinco años!



En una de las sesiones, Pedro Cano nos llevó a su taller, donde nos contó parte de lo vivido a lo largo de toda su carrera. Oyéndole hablar, comprendes que el éxito, no es cosa de un día y que cada paso que des como persona, será un paso que des como artista. Un ejemplo, eran sus cuadernos, llenos de anotaciones sobre viajes a lugares que conocemos a través del cine, pero también llenos de anotaciones sobre un momento cualquiera en un día cualquiera. Un artista, al fin y al cabo, interpreta la realidad y realidades hay tantas como puntos de vista.  Sus cuadernos eran un archivo infinito donde cualquier cosa puede dar lugar a una obra más grande. De aquí, viene la siguiente lección que me llevo del curso: pensar la obra.


Reconozco que a menudo me lanzo a pintar sin estudiar suficientemente el motivo o lo que voy a dejar caer sobre el papel. Pedro nos invitaba a meditar mucho sobre lo que nos disponíamos a hacer. Observar, planificar y cuando esté claro en nuestra cabeza, llevarlo al papel.
 

El último día, se realizó una exposición con los trabajos que hicimos a lo largo del curso, recordando los momentos vividos y comentando lo aprendido a lo largo de la semana. Viendo las fotos de aquella exposición, me siento muy agradecida de haber podido disfrutar de este curso, de haber conocido a Pedro y a mis compañeros y de haber tenido la oportunidad de que los pinceles vuelvan a llenar mis días.



Fotos del curso extraídas de la página de Facebook de la Fundación Pedro Cano